2ª Semana de Adviento - Evangelio Orado
“Un día estaba Jesús enseñando… Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico… Lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús… Para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados - dijo al paralítico-: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa” (Lucas 5, 17-26).
Nos admira la compasión de Jesús, su energía sanadora y su mirada penetrante que va más allá de las apariencias externas. Su amor libera de tantas ataduras físicas, psíquicas, morales que nos imponemos nosotros o nos encontramos en el contexto en el que vivimos. Mirar a Jesús nos llena de confianza y comunica libertad y vida para amar.
En tus labios se derrama la gracia. En medio de mis noches, Tú actúas silenciosamente en mi corazón.
“Vuestro Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños” (Mt 18,14)
Dios está siempre saliendo hacia los pequeños de la tierra. Los alcanza a base de gracia. “Si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella” (San Juan de la Cruz). Si quieres participar en la experiencia misionera de la Trinidad, ofrece a los más pequeños lo mejor de tu corazón.
Me buscas, Padre. ¿Qué haré yo para acoger tu abrazo? ¿Qué para responder a tus besos?
“Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mateo 11,28-30)
¿Quién se atreve hoy a decir estas palabras de Jesús? ¿Quién tiene tanta gratuidad en su interior como para acoger el cansancio y el agobio y responder con la ternura que alivia? ¿Quién está dispuesto a unir a otros sus manos y su voz para formar una red solidaria que proclame desde las orillas de la tierra estas palabras de Jesús?
Voy a ti, Señor Jesús, con mis hermanos/as, que sufren el cansancio, la desesperación el sin sentido de la vida. Descansa nuestro afligido corazón.
“Dijo Jesús a la gente: Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora se hace violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo… El que tenga oídos que escuche” (Mateo 11,11-15).
Dios es gratuito. ¿Será por eso que cuesta tanto entenderlo? Intenta vivir hoy gratuitamente y serás la cara humana de Dios, serás el pobre que ama a los pobres. Acoge la Palabra aunque tu mente no la entienda. Déjala reposar en tu interior.
Si acepto tu mirada me dejas vestido de tu gracia. Si acojo tu amor me brota la alabanza en los adentros.
San Juan de la Cruz
“Dijo Jesús a la gente: ¿A quién se parece esta generación?... Vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Tiene un demonio. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores. Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios” (Mateo 11, 16-19).
¡Qué triste y duro reproche el de Jesús! ¡Cómo nos cuesta percibir el rostro de Dios humano, cercano, caminando a nuestro lado, vivo en tantos rostros desfigurados! La sabiduría de Dios desborda nuestro entendimiento. Sólo los pobres y humildes la ven.
Algún día vendrás, Espíritu del gozo, como viento fuerte, me pondrás en mi sitio y yo danzaré para ti con los pobres de la tierra. “El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa” (San Juan de la Cruz).
"Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús:¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías? Él les contestó: Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos. Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan, el Bautista” (Mateo 17, 10-13).
Qué dolor cuando un ser humano es pisoteado, orillado, violentado, ninguneado? ¡Qué oscuridad, del hombre y de Dios! Aporta tu granito de arena en alguna de las mil tareas que el Espíritu hace surgir cada día a favor de la dignidad del ser humano.
¡Qué abajo te colocas para levantar a los abajados! ¡Qué grande es tu amor, Señor! ¡Qué novedad y verdad aportas a la vida!
Fuente: www.cipecar.org