1ª Semana de Adviento - Evangelio Orado
Al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho» Jesús le contestó: «Voy yo a curarlo». Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mí criado quedará sano…” (Mt 8, 5-11).
Jesús se admira al oír la fe de un hombre, que no era mirado con muy buenos ojos por sus vecinos. Un hombre, que nos sorprende por su humanidad y por su apertura a lo diferente. Un hombre que se pone en camino de salvación con una gran confianza en Jesús.
¡Ven a mi casa, Señor, ven y sáname con tu amor!. Dime una palabra a mi soledad, a mis miedos, a mi esperanza. Que calle mi corazón y en ti descanse.
Lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla… Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar…” (Lc 10, 21-24).
A Jesús le brota una alegría desbordante, y la deja correr a su alrededor como hace la fuente con el agua. Es la primera vez que los suyos realizan algo que responde a la acción del Espíritu: han ayudado a los caídos a recuperar su dignidad. La desconcertante experiencia de Dios, traducida en mil gestos de servicio a los demás, que posee la gente sencilla es un tesoro para la Iglesia.
Me acerco despacio a las personas y me dejo sorprender por las maravillas que el Espíritu recrea en ellas cada día. Me alegro y alabo a Dios por todo ello.
Acudió a él [Jesús] mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel…» (Mt 15, 29-37).
¡Cómo se adueñan las heridas de las personas y de los pueblos! Pero la semilla del amor que Jesús siembra en la tierra es más honda que el dolor y el llanto. Jesús sana las heridas. Pon en sus manos tus actividades inútiles, tu agitación interior, tus preocupaciones, tu dolor y el de la humanidad. Acoge la palabra del papa Francisco: "curando las heridas de los refugiados, de los desplazados y de las víctimas del tráfico de personas, ponemos en práctica el mandamiento de la caridad que Jesús nos ha dejado".
Jesús, tú eres el manantial donde bebo, tú la roca donde descanso, tú la alegría que sana mis heridas.
Dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca… » (Mt 7, 21. 24-27).
El proyecto de Dios consiste en que toda la humanidad beba con abundancia en las fuentes de su amor. Pero hay todavía muchos corazones cerrados, enfrentados. Abre tus manos y di varias veces: “Hágase tu voluntad”.
¿Cómo cumpliré hoy, Padre mío, tu voluntad? Me pondré en tus manos. Esperaré que se cumpla tu proyecto. Te diré confiadamente amén.
Dos ciegos seguían a Jesús, gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David» Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?» Contestaron: «Sí, Señor» Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe» Y se les abrieron los ojos…” (Mt 9,27-31)
La necesidad nos pone en camino y despierta la confianza para abrirse paso. Cuando alguien realiza gestos sencillos y pronuncia palabras de verdad, la fe se aviva. Antes de iniciar la jornada busca en tu interior tu fondo creyente. Que tú fe en Jesús, sea cada día, la lámpara que alumbre toda duda.
¿Mi estilo de vida? El que sólo se explique si Jesús está en medio.
sábado, 8 de diciembre
La Inmaculada Concepción de María
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo… No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. El Espíritu Santo vendrá sobre ti… el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios… Para Dios nada hay imposible…. Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra” (Lucas 1, 26-38).
Dios es con María: una fuente de alegría, de gracia, de vida. Su Presencia deshace temores. Su Promesa alumbra y fecunda su ser. El misterio del Amor se hace carne en una sencilla mujer de Nazaret. María acoge y se fía totalmente de la Palabra de un Dios cercano, humano, metido en nuestra historia.
Que mi vida sea con la tuya, María, casa abierta, para el Señor y música gratuita.
4ta Semana de Adviento
Fuente: www.cipecar.org